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UNIVERSO CELINDE

PRINCESA DE BABILONIA Y REINA DE LEONIS

La figura arquetípica de Celinde nos evoca a una mujer sobrenatural qué, por su origen oriental y extraordinaria belleza, es de una singularidad única en el universo de las leyendas artúricas. Perteneciente al linaje de Tristán, de quien era abuela, Celinde inicia la leyenda de Tristán e Isolda, siendo su historia presagio de los hechos recurrentes y atávicos que impregnarán toda la obra: el mito de Edipo, el incesto y el amor cortés.

ROMAN DE TRISTAN EN PROSE

En la así llamada “Materia de Bretaña”, crisol de las leyendas artúricas, el idilio de Tristán e Iseo brilla con luz propia. De posible origen persa, las leyendas que en el siglo XII se compondrán en Francia alrededor de estas figuras legendarias, como Celinde, abuela de Tristán, girarán siempre en torno al vínculo inquebrantable del amor.

Celinde atraviesa el mundo de la fantasía y el mundo real, siempre cercado por el misterio; y su leyenda, una de las manifestaciones más excelsas y valerosas que se hayan contado nunca, hace sonar, como en un perfecto acorde, la alta nota apasionada del amor que se impone a todo, y la nota grave de las normas que rigen la vida humana y el honor.

La figura arquetípica de Celinde da continuidad al linaje del Grial, al que otorgará legitimidad sobre los reinos de Cornualles y Leonis en la figura de Tristan, y anuncia alusiva y proféticamente a modo de eterno retorno la tragedia y fatalidad que habrá de acontecer por amor cortés en la fábula tristaniana.

Las primeras versiones del romance de Tristán fueron durante siglos objeto de deseo de los más prestigiosos talleres de iluminación. En particular, el manuscrito miniado del Tristán en prosa (siglo XV), patrocinado por Juan de Francia, Duque de Berry, que se conserva en la biblioteca nacional de Viena bajo el sobrenombre de Codex 2537, está considerado una verdadera joya por la belleza de sus miniaturas.

LA LEYENDA DE CELINDE

Miniatura 3, folio 4

Sador, a caballo, sigue un sendero sobre un acantilado al borde del mar. Detrás de él rompen las olas y a lo lejos, un barco parece ir a la deriva. El caballero dibujado de frente gira la cabeza con la intención de descender en dirección al mar. Como suele hacer generalmente en los paisajes marítimos, el artista pinta el cielo en dos tonos: ultramar en la parte alta y blanco muy luminoso en la parte baja para resaltar el horizonte y dar profundidad a la escena.

La fábula de Tristán comienza con el noble y apuesto caballero Sador, undécimo hijo de Bron y sobrino de José de Arimatea; los legítimos custodios del Santo Grial.

Un buen día, paseando meditabundo a caballo por los acantilados de Cornualles, Sador divisa a lo lejos un navío sin rumbo que va a la deriva. Alertado por lo que ve en la distancia, decide seguir un sendero que le lleve hasta el mar.

Miniatura 4, folio 4

Tenemos en esta miniatura una magnífica representación de una nave de tres mástiles, desmantelada por las olas. El mástil del centro, que soportaba el puesto de vigilancia, está sumergido en el mar. El gesto simbólico de Sador, que tiende la mano a la náufraga, sonriente y con el cabello perfectamente peinado, es muy sugerente.

Entre los restos del naufragio, Sador descubre a una hermosa dama que, asida a un madero, se debate exhausta entre las olas. El caballero rescata a la misteriosa dama, quedando inmediatamente hechizado por su singular belleza, y la conduce al castillo de su hermano Nabuzadan.

La dama dice ser una princesa pagana, hija del Rey de Babilonia, y refiere cómo el barco que debía llevarla hasta el Rey de Persia, con quien había sido prometida en matrimonio, naufraga en una tormenta, viéndose empujada hasta las costas de Inglaterra. Tras reponerse de la dramática experiencia, la princesa corresponde al amor de Sador; y, tras abrazar el cristianismo y ser bautizada con el nombre de Celinde, ambos contraen matrimonio.

Miniatura 5, folio 5

La escena está representada de forma pudorosa. La cama no está deshecha y Celinde está echada sobre ella, vestida; Su cabeza reposa sobre una almohada cuya blancura resalta sobre la colcha de color rojo. La arquitectura de la alcoba es puramente simbólica; está abierta al exterior por una ventana a través de la cual, en lugar de un paisaje, se puede ver un fondo cuadriculado de colores y oro, muy frecuente en las miniaturas de las primeras décadas del siglo XV.

Cierto día, aprovechando que Sador ha salido de caza, Nabuzadan, traicionando sus deberes de hospitalidad y cegado por los celos, irrumpe en la estancia de Celinde y la violenta pese a su frontal rechazo. Al confesar lo ocurrido a su esposo, Sador mata a su hermano para salvaguardar el honor de Celinde, escapando con ella en un barco que se dirige a la corte de Cornualles.

Durante la travesía estalla una terrible tormenta, y un brujo que viaja a bordo afirma que se debe a la furia de los dioses por el fratricidio de Sador. La tripulación se amotina y arroja a Sador por la borda, provocando la desolación de Celinde, que para entonces ya se hallaba embarazada de su señor. Sador logrará sobrevivir nadando hasta un islote donde encuentra a un eremita. Permanecerá allí, en compañía del siervo de Dios, durante tres años, sin alimento, como expiación por su terrible crimen.

Miniatura 6, folio 8

El Rey Pelias, huésped de Thanor, queriendo raptar a Celinde, aparece desnudo en la alcoba real donde cree que la va a encontrar. Allí mata al canciller del Rey que llega de improviso. Thanor, testigo del drama, se tira por la ventana y cae al agua.

Al llegar a la corte de Cornualles, Celinde se presenta ante el Rey Thanor qué, cautivado por su sin par belleza, la obliga a desposarse con él. Al poco tiempo, la Reina Celinde da luz a Apolo, el hijo de Sador, a quien Thanor abandona en el bosque junto a una fuente para que lo devoren las fieras, a resultas de un adivino que le vaticina que cuando el niño sea mayor lo matará usurpándole el trono.

Un buen día, el Rey Pelias de Leonis, reino vecino de Cornualles, conoce a la bella Celinde al ser invitado a la corte de Thanor. Al verla, se enamora perdidamente de ella y trata infructuosamente de raptarla irrumpiendo en la alcoba real.

Miniatura 8, folio 13

En un bosque, Sador es reconocido por Celinde. La escena tiene lugar cerca de un manantial representado por un recipiente rectangular del cual nace un riachuelo. Celinde está acompañada por una dama de honor y por dos caballeros, y Sador por un jinete que sujeta su caballo.

Sador, que tras su regreso a Cornualles había sido exiliado a Leonis por Thanor, se convierte en paladín del Rey Pelias, quien le hablará de sus sentimientos hacia la esposa de Thanor, sin que Sador pueda sospechar que se trata en realidad de su amada Celinde.

Sador ayudará a Pelias a raptar a la Reina Celinde, pero al poco tiempo Celinde reconoce a Sador y le revela su verdadera identidad. Mediante una argucia, Sador consigue que Pelias se la devuelva, circunstancia que aprovechan los amantes para huir al bosque del gigante.

Miniatura 9, folio 16

Sador lleva a la grupa de su caballo a Celinde. Al salir del bosque del gigante llegan a un castillo, propiedad de “Teriadan el encantador”. El dueño del castillo los saluda frente a la puerta e inmediatamente nombra a Sador su heredero. Los árboles son de color amarillo, mostrando que la escena transcurre en otoño.

Tras superar varias pruebas en forma de acertijo a las que el gigante los somete, Sador y Celinde consiguen escapar, refugiándose en el castillo de Triadan, un viejo mago. Allí, permanecerán durante más de quince años, disfrutando de su infinito amor.

 

“Ma belle amie, ainsi est de nous:

Ni vous sans moi, ni moi sans vous”.

 

Miniatura 9, folio 16

Apolo el Aventurero, hijo de Sador y Celinde, desafía a su propio padre sin reconocerlo. Lo derriba de la silla de montar y le asesta un golpe mortal. El rostro del moribundo, con los ojos cerrados y la boca abierta, la cabeza del caballo y sobre todo el yelmo que, aunque cubre la cara de Apolo, manifiesta su cruel expresión, son realmente representativos de la fiereza y crueldad de la escena.

Años después, la pareja es descubierta por el Rey. En el fragor de la contienda, Thanor hiere a Sador, pero este sobrevive. Será sin embargo Apolo, el hijo de Celinde y Sador, que no murió al ser abandonado en el bosque, el que mate por error en una justa a su padre, creyendo que se trata del Rey Thanor.  Más tarde, Apolo dará cumplimiento a la profecía matando a su verdadero padrastro, proclamándose de ese modo Rey de Leonis.

Los nobles de la corte exhortan a Apolo a que tome esposa, y para que la elija, le traen a todas las doncellas y viudas del reino. Entre ellas está Celinde. Apolo la elige precisamente a ella, compartiendo lecho y reinado largo tiempo, sin que ninguno de los dos sepa realmente quién es el otro. Será San Agustín quien revele a Celinde la infausta realidad. La reina sin dar crédito a sus palabras manda encarcelar y ejecutar al obispo; pero cuando los verdugos tratan de prender la hoguera, el fuego se extingue, y un rayo del cielo alcanza a Celinde, que muere consumida por el fuego divino.

CHELINDE, AETERNUS ET UMQUAM

Celinde representa la influencia pagana en la Materia de Bretaña, impregnando la protohistoria del romance artúrico de Tristan e Iseo de una sobrenatural belleza y sensualidad oriental. Su voluptuosidad, erotismo y poder de seducción evocan a Isthar, la estrella de la montaña, diosa de la belleza, el amor y la fertilidad.

Celinde simboliza la antigua Babilonia. Encarna atributos femeninos propios de su origen mesopotámico, atesorando una belleza paradigmática y atemporal gracias a las artes del Adwiyat al-Zinah o “Medicina de la belleza”, en forma de pomadas, maquillajes y aceites perfumados.

Celinde es la naufraga desposada, la novia secuestrada, la esposa violada, la consorte poliándrica, la madre edípica, la reina incestuosa; pero es también la quinta esencia del amor trágico, la rosa blanca. Invocando la “traslatio regni et imperii”, la herencia de Celinde en el imaginario de la leyenda artúrica la convierte por siempre en una “dama única entre las únicas”.

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